Espacio creado con la finalidad de compartir experiencias e información sobre intervención psicológica en catástrofes, crisis, emergencias, desastres y otros acontecimientos de gran carácter traumático para un amplio sector de la población. Esta hecho y dirigido para alumnos y graduados de la Facultad de Psicología e la UNED aunque no lo consideramos como un espacio restringido a ellos.
Ante situaciones de pánico, nuestro cerebro suele comportarse de la forma más insólita. Las decisiones compulsivas suelen ser de lo más variopintas pero todas tienen en común nuestra condición de animal social.
¿Qué mecanismo psicológico subyace a la compra exagerada de papel higiénico durante el confinamiento por el Covid-19?
Con el coronavirus ha llegado una curiosa estampa a las redes sociales y los telediarios: colas interminables de gente en busca de bienes de primera necesidad, como alimentos imperecederos, jabón de manos y... rollos, rollos y más rollos de papel higiénico. El desabastecimiento en algunos supermercados ha sido tal que se han visto obligados a fijar un límite de artículos por cliente y día. Pero, ¿qué tiene de especial el papel higiénico? ¿Qué lo convierte en el producto estrella del ansia consumista? ¿Por qué este artículo de limpieza íntima supera con creces a cualquier otro en la cesta de la compra ante el confinamiento por el Covid-19?
Existen varias razones que nos mueven a tomar estas decisiones compulsivas cuando entra en pánico ante una situación extrema:
Mensajes contradictorios:
Ante una situación de pánico provocada por una incertidumbre descontrolada, las personas buscamos referentes que nos guíen en nuestras pautas de actuación. Sin embargo, cuando nos encontramos con mensajes contradictorios sobre el riesgo que representa algo (en este caso el coronavirus) y cómo combatirlo, (por ejemplo, cuando se dice que es algo peligroso pero que todo cuanto debe hacerse es simplemente lavarse las manos) se produce un desajuste entre lo que uno cree que debe de hacer y aquello que le están diciendo que haga. En este contexto es habitual tomar decisiones desproporcionadas, como comprar papel higiénico para 3 meses.
Falta de indicaciones claras de las autoridades:
Cuando uno percibe que las indicaciones de las autoridades no son lo suficientemente claras o concisas, es probable que quien se enfrente a esta situación de estrés entre en pánico, pensando que no se le está diciendo toda la verdad. Ante esta suposición, la probabilidad de buscar mecanismos de sobreprotección es mucho más alta. Cuando una persona entiende que el riesgo es mucho mayor del que se percibe, es más proclive a tomar decisiones más drásticas, aunque en muchos casos sean irracionales, como en este caso la compra de papel higiénico.
Efecto imitación:
Al ver imágenes de estantes vacíos y carros de la compra repletos de suministros en los medios de comunicación y las redes sociales, es más probable entrar en pánico y acabar imitando estos comportamientos. Ello se explica básicamente por la naturaleza social del ser humano, los individuos se miran los unos a los otros en busca de una sensación de seguridad compartida, con lo que, cuando vemos una respuesta masiva de tal calibre, es probable que intentemos imitarlo, aunque sea por precaución.
Efecto visual:
Los paquetes de rollos de papel higiénico son un producto muy voluminoso, por lo que llaman mucho la atención en cualquier carro de la compra. Igualmente, es muy llamativa su ausencia cuando se acaba en los pasillos de cualquier supermercado, lo que crea una sensación de alarma en el comprador, lo que genera un efecto rebote a modo de necesidad de adquirir más cantidad de rollos.
Psicología de supervivencia:
Ante una situación de riesgo, como la actual, se desata una sensación sobreprotectora que nos insta a priorizar lo que creemos es esencial para nuestra supervivencia. En este sentido, más allá de los alimentos, una persona que se sabe deberá permanecer durante un tiempo confinado en su casa, puede considerar que el artículo de primera necesidad que más le conviene es el papel higiénico, un bien que considera totalmente irreemplazable en período de escasez.
“Estas compras reflejan el confinamiento de la sociedad española”, según la asociación española de supermercados
La primera y segunda semana del confinamiento ha dado un giro en los hogares de entre 5 y 40 grados... alcohólicos. La compra de cerveza se ha disparado un 77,65% con respecto a la semana anterior, seguida del vino con un 62,7% y de un 36,58% de las bebidas alcohólicas, según un estudio de la revista de consumo Inforetail. “En estas dos últimas semanas ha descendido el número de visitas de cada consumidor y ha aumentado ligeramente el volumen de compra individual, conforme a las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Estas compras reflejan el confinamiento que vive la población española”, cuenta Felipe Medina, secretario general de la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (ASEDAS), que incluye a las principales entidades del sector y a 19.100 establecimientos. El informe también refleja una moderación de las grandes compras de hace dos semanas, aquellas que recordaban a las colas de las rebajas en El Corte Inglés. El pico más alto se dio entre el 11 y el 14 de marzo, justo antes del decreto del estado alarma.
Más allá del papel higiénico, cuyo consumo se ha estabilizado, es muy llamativo el espectacular salto que han experimentado las aceitunas (+93,82%), las patatas fritas (+87,13%), el chocolate (+79,04%), el helado (+76,19%) o las anchoas (+60%). Es más, según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el consumo de harina se ha disparado hasta un 196% con respecto a la semana anterior. La ciudadanía ha optado por montarse un bar y una pastelería en casa para matar el tiempo. Pero, ¿por qué se están produciendo estos cambios en el carro de la compra?, ¿existe alguna explicación sociológica o psicológica?
“De lunes a jueves nos tomamos nuestra cervecita sobre las 20.30 y de viernes a domingo nos tomamos el vermú y algunas copas por videollamadas con los amigos”. Claudia y Raúl son dos treintañeros que viven en un piso de 55 metros cuadrados en el barrio de Lavapiés. “Lo llevamos”. Es la respuesta a cómo están llevando la tercera semana de confinamiento. Dicen que han vivido momentos de estrés y de ansiedad, que ahora hacen la compra una vez a la semana en el Carrefour y que la última incluyó un par de botellas de vino, cervezas, patatas fritas y chocolate. “Si no puedo ir de compras, no puedo ir al cine, a cenar… ¿qué voy a hacer? Trato de hacer una rutina: me levanto, desayuno, trabajo, como, hago pilates y a las 20.30 me tomo mi cervecita”, explica ella. “Estoy deseando que den las 20.30 porque es nuestro pequeño momento de desconexión”.
No es la única. El sector del vino está experimentando una insólita subida de ventas en marzo en Madrid. “Estamos haciendo números de Navidad”, cuenta Julián Ribalda, director e-commerce de Lavinia, una de las principales tienda del sector. “Hemos detectado un pequeño cambio: si nuestra franja habitual de compra eran vinos de entre 15 y 25 euros, ahora se compran más de la franja de 8 y 15 como Finca Resalso, Viña Real Crianza, Luis Cañas Crianza…”. Es más, casi uno de cada dos clientes que han tenido en estas dos semanas son nuevos (46%). “Son clientes que antes compraban habitualmente el vino en supermercado o en grandes superficies y ahora están basculando hacia el comercio online”.
¿Hay alguna razón psicológica a este incremento?
“Esto refleja el poder de darnos recompensas y caprichos en estos tiempos”. Carmelo Vázquez es catedrático de Psicopatología en la Universidad Complutense Madrid. Tras el 11-S y el 11-M elaboró numerosos estudios sobre el estrés postraumático que vivieron los neoyorquinos y los madrileños aquellos días. Unos hechos que, según él y salvando las distancias, tienen una cierta semejanza con los actuales. “Pese al pensamiento generalizado de que todo va a ir mal, el ciudadano de a pie es extraordinariamente resiliente. En aquellos días los estudios nos reflejaron un estrés postraumático que no llegó al 7%. Ahora hay mucha alarma preparatoria, pero la gente está haciéndolo muy bien. Una de estas fases es precisamente esta: beber cervezas, alcohol o tomar patatas fritas. Esto tiene un efecto terapéutico. El consumo de alcohol y las golosinas tiene un efecto de aumento de las endorfinas, que sucede en altos momentos de estrés”.
Olga Castanyer es psicóloga especialista en Psicología Clínica y autora del libro La asertividad: expresión de una sana autoestima. “Yo también quedo con mis amigas por Skype para tomar cervezas”. Castanyer explica que las compras de estas dos últimas semanas se producen por los altos niveles de ansiedad que se están produciendo. “No se comen filetes cuando uno tiene estrés. El cuerpo lo que quiere es azúcar y grasas. Cuando estamos encerrados el cerebro nos pide un premio: como el chocolate, las golosinas o unas simples cervezas. Estamos acostumbrados a vivir a base de esquemas y esto que estamos viviendo ahora no lo hemos vivido nunca. Por eso es bueno que mantengamos las costumbres sociales de antes: copas de vino en casa, aceitunas… la cultura mediterránea”. Una tesis que comparte el sociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid Josep Lobera: “Hay que zarandear bien los datos. El consumo de tila y de chocolate amortiguan la ansiedad. Otros la gestionan con alcohol o con videojuegos. Todo esto son distintas formas de escape”.
Por el pasillo de los vinos del supermercado DIA de la calle de Atocha de Madrid camina con mascarilla sigiloso Carlos Alonso, de 46 años. “Vine a comprarle un vino a mi madre, me ha escrito ahora y me dice que quiere uno fino”. Alonso es interiorista. “También compro para mí, trato de evadirme con alguna copa. El aburrimiento es enorme en estos tiempos”. Las cajeras, grandes observadoras de los frigoríficos de casa, cuentan que también han visto un incremento de estos productos. Otro dato: cada vez se ven más y más repartidores de bicicleta de Glovo a las puertas del supermercado. “Estos dos semanas solo compro cervezas, vino, chocolate y golosinas”, cuenta el rider colombiano Andrés Garabito, de 32 años, a las afueras del supermercado DIA de Atocha.
“Todo esto que estamos viviendo estos días en el carro de la compra es lo que distingue la escasez de la abundancia que, simplemente, son pequeños caprichos a final de mes”, observa el catedrático de Psicología Vázquez. “Habrá diversos picos. Las anchoas y las patatas serán sustituidos por otros productos. Es muy difícil saber qué va a suceder en los próximos días, pero sí hay que resaltar la solidaridad que estamos viendo, las actividades en casa o poner en marcha cosas de manera espontánea”.